La Academia de las 200.000 palabras

Exposición / ‘La lengua y la palabra’

Recorrido visual por los 300 años de historia de la RAE

«El mundo era tan reciente que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo» (Cien años de soledad, Gabriel García Márquez). El mundo se ha ido enredando, pero las palabras aún no lo nombran todo. Quedan espacios a los que el lenguaje no llega... Y sin embargo, somos lenguaje. Somos idioma. Somos un entramado arterial que sólo en las palabras queda fijado. La primera palabra del hombre, del niño que arranca es balbuciente y directa: mamá. Y con la fuerza inaugural de esa primera expresión comienza en la Biblioteca Nacional un homenaje de 300 años a nuestro idioma, a su recopilación y cuidado; a su limpieza y fijeza. A su esplendor.

La lengua y la palabra. Trescientos años de la Real Academia Española es el título de la exposición con la que la institución elimina la distancia que la separa de los usuarios del español y demuestra que su historia está llena de resistencia, estrategias, hallazgos y rebeliones. Los comisarios de la cita, Carmen Iglesias y José Manuel Sánchez Ron, han reunido, gracias al patrocinio del BBVA, más de 300 piezas entre pintura, libros, esculturas, medallas y una singular utillería que apunta al carácter necesario y singular de la Docta Casa. «La exposición está dividida en siete bloques», advierte la académica de la Lengua y la Historia Carmen Iglesias, que recorre con EL MUNDO las salas donde, cronológicamente y por áreas temáticas, las piezas ilustran la evolución del idioma desde la escritura cuneiforme hasta la era de internet.

La lengua y el habla: del sonido a la letra. La Torre de Babel, «pero como símbolo de la riqueza de lenguas y de la traducción constante», explica Iglesias, aparece en el cuadro de Frans y Ambrosius Fracken: La construcción de la Torre de Babel. En esta primera parte, la muestra evoca el poder demiúrgico de la palabra como creadora, más que como reproductora, que se fortalece con la escritura. Así surgen los primeros alfabetos (inscripciones, tablillas y pizarras) y la necesidad de los diccionarios bilingües, como el de Pedro Chirino, autor del primer diccionario Chino-Español (1604).

La creación de la RAE y la Ilustración.El 3 de agosto de 1713, el marqués de Villena recibió en su palacio en la plaza de las Descalzas de Madrid a ocho cómplices ilustrados con la intención de elaborar un diccionario del español, a la manera del francés y el italiano que se había publicado años antes. Eran los diccionarios de autoridades.

«Es el siglo de las reformas; el convoy semántico de las luces», evoca Carmen Iglesias, que hace hincapié en que mientras que otras instituciones de la época (Botánico, Fábrica de Tapices...), «surgen por intermediación del poder, las academias nacen de la sociedad civil». Aunque solicitando la protección real. Fue Felipe V, impulsor de la Biblioteca Nacional, quien otorga el apoyo de la monarquía. Y en 1723 concede a la RAE una asignación de 70.000 reales de vellón procedentes de las rentas del tabaco. Además de la realización del primer diccionario, la Academia se compromete a revisar el Quijote de Ibarra (1780), cuya edición está expuesta, así como los modelos oficiales de los personajes de Cervantes realizados en terracota por José del Castillo. La Ilustración es también la época de los hombres que aúpan la cultura, el pensamiento y la defensa del lenguaje. Gentes como el conde de Campomanes, el duque de Osuna, Gaspar Melchor de Jovellanos o Meléndez Valdés, cuyos retratos puntean el recorrido de la muestra.

Guerra y revolución, 1808-1812. España en el siglo XIX. «Durante la ocupación francesa la mayoría de los académicos se refugia en Sevilla y Cádiz». Otro de los hitos importantes de esta época es la Ley de Instrucción Pública (1857), conocida como la Ley Moyano por el entonces ministro de Fomento, Claudio Moyano, «vigente hasta la democracia y que estipulaba que la educación debía ser obligatoria y gratuita para todos. Es la mejor ley de educación que hemos tenido», señala la académica ante un pupitre de madera, cedido por la Institución Libre de Enseñanza.

España y América: la lengua vinculante.El desarrollo industrial y la independencia de las colonias lleva aparejado que el español y su defensa se afiance en América con la creación de las Academias nacionales. En este proceso es fundamental Andrés Bello, redactor de la Biblioteca Americana. «En América, la evangelización fue anterior a la españolización. Las primeras órdenes religiosas evangelizaban a los indígenas en sus lenguas de origen y sólo después les enseñaban el idioma. Por eso han pervivido algunas de las más importantes lenguas indígenas», explica Iglesias.

Entre dos siglos.Las mujeres protagonizan el siguiente epígrafe. Aunque lo correcto es decir la dificultad de acceso de las mujeres a la RAE. Tradicionalmente proscrita su pertenencia a la institución, Carlos III recomendó el ingreso de María Isidra de Guzmán y de la Cerda (1767-1803), a la que se sometió a un durísimo examen de acceso que superó gracias a su don de lenguas. «Ni Gertrudis de Avellaneda ni Emilia Pardo Bazán fueron admitidas. Y la primera con sillón propio fue Carmen Conde en 1978. Tarde, sí, pero Marguerite Yourcenar fue la primera mujer que ingresó en la Academia Francesa y eso no sucedió hasta 1980», señala Carmen Iglesias, una de las ocho mujeres en la RAE. «Esta demora fue fruto del conservadurismo del siglo XIX», añade. Blanca Giner de los Ríos se quedó a las puertas y María Moliner optó por redactar su propio manual de uso del español antes de que ingresase Carmen Conde en 1976.

Agitado siglo XX: la lengua como ciencia. El perfil político, institucional e ilustrado del académico va cambiando hacia el siglo XX, con Ramón Menéndez Pidal y su lexicografía, pero al tiempo que la vida cultural en Europa se enriquece con las vanguardias, en España se radicalizan las tensiones políticas, lo que afectó a la actividad académica. Los intentos de manipular la RAE habían comenzado con Fernando VII, pero fue durante el siglo XX cuando se dan los embates más agresivos. Las dictaduras de Primo de Rivera y Franco y, sobre todo, el durísimo decreto de disolución de Azaña en septiembre de 1936 propician momentos de incertidumbre. «Por supuesto, la Academia hizo como los virreyes en las colonias: acataba, pero luego hacía lo que le daba la gana», asegura Iglesias. Y un ejemplo de esa ‘rebeldía disimulada’: «Durante la dictadura, Franco expulsó a varios académicos expatriados que no juraron lealtad al régimen. Pero la Academia mantuvo sus sillones vacantes y, ya en democracia, volvió a recibir al único superviviente: Salvador de Madariaga».

Revolución cognitiva y tecnológica: el siglo XXI. La recopilación de voces del español se realizaba en fichas y éstas se guardaban en ficheros. La Academia conserva 10 millones de papeletas de todas las voces y sus distintas entradas, usos y significados. En total, el español tiene 260.000 palabras, 80.000 de las cuales están recogidas en el diccionario actual. Ya se acabaron las fichas. «Ahora todo se hace digitalmente y contando con internet», explica Carmen Iglesias ante un archivador ya en desuso. «Abra uno», sugiere el fotógrafo. Y la académica acerca la mano al cajetín donde reza «mujer»: «Éste es el que eligió la Reina el día de la inauguración. Y lo abrió. Pero dentro no había nada».

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